Los malos emprendedores se obsesionan con la financiación
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20 de diciembre de 2016El ‘sincericidio’ que puedes cometer hablando claro o de más a tu jefe también se puede dar si gestionas mal la información que compartes con tus compañeros de trabajo, aunque sean amigos… Nunca se sabe.
Hablar con tus compañeros de trabajo acerca de tu vida privada, de lo que has hecho durante el fin de semana, con quién has estado; si has discutido con tu pareja; o si tienes problemas personales; incluso si te ha tocado la quiniela o la lotería… Pueden parecer nimiedades, pero la recomendación general es ser muy prudente respecto de la información no profesional que das a quien trabaja contigo. Hay una zona privada que deberías preservar, incluso con aquellos que consideras amigos… porque nunca se sabe lo que puede pasar.
El exceso de confianza te puede llevar incluso a hablar de cuestiones más importantes, que también pueden afectar a tu faceta personal: si piensas irte de la compañía o pretendes crear por tu cuenta una nueva empresa; que tienes gustos más bien raros o poco declarables; que padeces algún tipo de enfermedad (en ciertas organizaciones eso puede perjudicarte profesionalmente); que estás en trámites de separación o divorcio; incluso que cuentas un patrimonio considerable (eso podría arruinarte un aumento de sueldo)…
Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, cree que “nadie debería ocultar nada en su trabajo para que le fuera bien si nos midieran exclusivamente por nuestros resultados, pero una cosa es ser sincero y otra bien distinta es el sincericidio”.
Nadie debería ocultar nada para que le fuera bien si le midieran por los resultados
Jorge Cagigas, socio de Epicteles, añade que “cualquier información personal no conectada con tu puesto no debería declararse. Ante la duda, no compartas”.
José María Gasalla, profesor de Deusto Business School, habla de un proceso de comunicación en el que entran varios elementos: uno mismo; los otros (a quién me dirijo, si son unos bocazas, posibles competidores, o amigos); el contenido de la información (una debilidad, una enfermedad, un secreto o una fortaleza); o la cultura de la organización (algunas tienen muy acotado lo que se puede transmitir).
También cree que se ha de tener presente por qué se cuenta lo que se cuenta: si se trata de un desahogo, si es para sentirse querido; o para que los demás te acepten. Añade que “hay que tener ciertas precauciones con los demás, y valorar si son trepas, envidiosos, acomplejados, o faltos de autoconfianza”.
Compartir demasiado puede tener efectos negativos, aunque a priori beneficie
También está la dimensión difusa, que es la de quienes no saben de límites entre lo privado y lo profesional: “Son como un melocotón: la piel es blanda pero finalmente llegas al hueso, que es lo que no quieren compartir”. Añade que hay quien usa su información personal porque cree que ésta le favorece, y lo hace conscientemente para justificar un comportamiento profesional, o para protegerse o ser favorecido en su beneficio.
En cualquier caso, la información adicional personal dificulta en general las relaciones en el ámbito del trabajo y nos aleja de los criterios de profesionalidad con los que se deben tomar las decisiones laborales: “Compartir demasiado puede tener un efecto negativo, aunque en un primer momento te pueda beneficiar”, asegura Cagigas.